Ser cirujana oncóloga de mama no es solo una profesión: es una responsabilidad ética, científica y profundamente humana. Cada día camino entre dos mundos que parecen opuestos, pero que en mí coexisten y se fortalecen: el de la precisión quirúrgica y el de la sensibilidad extrema.
En el quirófano se espera firmeza, control, decisiones rápidas y exactas. En la consulta, en cambio, las mujeres me entregan sus miedos, sus historias y su vulnerabilidad… y confían en que mis manos —y mi voz— las sostengan.
Ese equilibrio es mi misión.
Pero llegar hasta aquí no fue sencillo. Ser mujer en una especialidad quirúrgica aún marcada por estructuras tradicionales implica demostrar, una y otra vez, que la excelencia no tiene género. Implica estudiar el doble, mantenerse actualizada, no caer en la autocrítica feroz que muchas veces la sociedad nos impone… y seguir avanzando incluso cuando nos preguntan si “no sería mejor algo más suave para una mujer”.
La verdad es que no. No sería mejor.
Porque las mujeres también tenemos pulso firme, criterio quirúrgico, temple, liderazgo… y una empatía que transforma la experiencia de nuestras pacientes.
Mi rol como cirujana no termina al cerrar una herida. Mi rol también es abrir espacios para que más mujeres ocupen posiciones donde históricamente no se les permitió estar. Es acompañar a las pacientes desde la evidencia científica, pero también desde la mirada humana que entiende que un diagnóstico no golpea solo el cuerpo… golpea sueños, familia, autoestima, identidad.
Ser mujer en este camino significa cargar con expectativas, romper estereotipos y, aun así, mantenerse íntegra. Significa escuchar comentarios injustos y convertirlos en combustible. Significa mirar a una paciente a los ojos y saber que todo el esfuerzo valió la pena porque en ese momento ella siente seguridad, no miedo.
Yo elegí la oncología de mama porque quería estar donde se toma decisiones que cambian destinos. Y porque creo, con absoluta convicción, que las mujeres merecemos ser atendidas por profesionales que entienden la ciencia… pero también la vida.
Y si la sociedad todavía no está lista para ver mujeres liderando, operando, investigando y transformando… no importa.
Nosotras ya empezamos.
Y no vamos a detenernos.








